Se puede resumir en tres palabras el estilo de la pintura de Ayén: Luz, Color y Armonía. Decir de Ana que es energía, es fuerza, es emoción, es agresividad, es ritmo. Pero todo ello lo sabe controlar y refrescar cuando hace falta, como se refrenan con las riendas y el bocado esos caballos que ella como nadie sabe pintar; porque Ana tiene, además, un alto concepto del dibujo a lo que no todos los artistas le dan importancia. Y de ahí sus caballos, sus animales domésticos, sus bodegones, sus figuras, sus paisajes abiertos y realistas. Sus obras son realizadas con un estilo propio y siguiendo los dictados de su impulso sereno y aparentemente introvertido. La paleta sutil y la pincelada sobria demuestran en cada rincón del lienzo el continuo diálogo al que Ayén se somete con el problema al que se enfrenta y que con airosa galanura y elegante altanería, consigue resolver. Indudablemente sus exposiciones merecen ser visitadas, pero sin prisas, porque es necesario detenerse y gozar ante cada una de sus obras, cuya atmósfera que las envuelve logra superar el valor intrínseco de la capa de colores que cubre el lienzo que las sustenta. La artista ha sabido impregnar a cada una de sus obras un sello peculiar que las convierte en únicas y auténticas. Hay artistas que dan más mérito a la concepción del dibujo mientras que otros conceden mayor importancia a la expresión colorista. Cuando un artista une esas dos condiciones, es decir, conjuga una buena concepción de las formas con el color, es un artista completo. Ese es el caso de Ana S. Ayén. TIRSO MARIN |